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POLICÍAS BALEADOS POR LOS PRÓFUGOS "Sueño con la cara de Lanatta"  Los policías baleados en la triple fuga de General Alvear recordaron la madrugada del 31 de diciembre que cambió sus vidas para siempre. Todavía están internados y enfrentan nuevas cirugías. Fernando Pensagwat (23 años) y Lucrecia Yudatti (32 años) son amigos antes de ser policías, vivían una noche de fin de año en aquella madrugada. Fernando tenía un motivo extra: por primera vez viajaba a la Costa Atlántica para sumarse al Operativo Sol. Ambos sabían de la fuga –como casi todo el país-, pero un rato antes habían recibido un alerta de una camioneta que circulaba a alta velocidad por la zona de Ranchos. Una ciudad de 11 mil habitantes a 120 kilómetros de Buenos Aires.
Estaban a punto de terminar su horario. Eran las 3:45 del 31 de diciembre, y recibieron el alerta por radio sobre la eventual presencia de un móvil sospechoso. Ellos terminaban su turno a las 4 de la mañana y se encontraban a 3 kilómetros de Ranchos. Faltaban 15 minutos y estaban "levantado los conos naranjas" que ponen en la ruta para identificarse y tenían el patrullero listo para irse.
Pudieron haberse ido, pero se quedaron. Y vieron a un vehículo acercarse a gran velocidad. Le hicieron señas para que pare y allí comenzó el tiroteo. Los tiros sólo partieron de un solo lado; del lado de los prófugos. Ellos sólo pudieron arrojarse a una zanja para cubrirse. Literalmente, los fusilaron.
"En ese momento vemos una camioneta que venía muy rápido por la ruta. Les hice luces para que bajen la velocidad. No me dieron tiempo a nada. Pararon la camioneta al costado. Uno manejaba y dos iban sentados atrás. Escuché que uno dijo 'matálos'. Vi que bajaron la ventanilla de atrás y solo recuerdo la cara de Martín Lanatta con una escopeta en la mano con la que me tiró. Erró los primeros dos tiros. El tercero lo sentí como un golpe frío que se transformó en líquido caliente y me empujó hacia atrás. Quise agarrar mi arma, no me dio tiempo; pude tomar de la mano a Lucrecia y corrimos... saltamos hacia atrás hasta caer en una fosa", relató a La Cornisa TV.
Lucrecia confirma más detalles: "Sentí un golpe en mis piernas y cuando caímos en la fosa vi que él tenía los intestinos afuera y se desangraba. Fueron dos los que nos tiraron. Uno con la escopeta y otro con una pistola. A mí me pegaron en las dos piernas. Cuando me miré vi que me faltaba un pie y el otro parecía una canilla de sangre".
La escena, que parece sacada de una película de Tarantino, duró entre 10 y 15 minutos pero pareció una eternidad: “Pensaron que estábamos muertos. Entonces se subieron de nuevo a la camioneta y salieron a todo lo que da. Yo le decía a ella que me moría, me veía la panza agujereada, los intestinos afuera que me agarraba con la mano y estaba a punto de desmayarme. Lucrecia me decía que no me iba a morir. Que yo era fuerte. En ese momento tuve un instante de lucidez y modulé con el radio. Me escucharon y vinieron bastante rápido”, recuerda el oficial Pensagwat.
Para Lucrecia “fueron una eternidad esos minutos. Nos abrazamos fuerte entre la sangre y luchamos hasta que nos rescataron”.
La historia que tiene un final milagroso es obra de los rescatistas, de la rapidez y eficacia con la que actuaron los profesionales en el hospital de Ranchos y en la Clínica Fitz Roy. En esta última el servicio médico a cargo de Marcelo Schieber le salvó la vida. El profesional recuerda que cuando llegaron le dijeron que Fernando “estaba muerto”. El se encargó de revertir el informe y, con casi 50 operaciones entre los dos heridos, lograron el objetivo.
Los policías se emocionan pero no se quiebran. Como si no quisieran mostrarse débiles por nada del mundo, no lloran, pero vuelven a abrazarse como en la fosa para recordar la historia completa por primera vez. Y dicen que quieren volver a la policía. Insisten con su vocación pese a que será muy difícil.
Por el momento, recuerdan que sólo tuvieron paz cuando se enteraron con los Lanatta y Schillacci “habían sido capturados”. Recuerdan todo como “una pesadilla”. Fernando dice que nunca más se olvidará de la cara de Martín Lanatta, bajando de la camioneta, mirándolo fijo, empuñando una escopeta y disparando contra él y contra su compañera. Dice que todas las noches antes de dormir se acuerda de ese rostro. “Yo sueño todas las noches con Martín Lanatta; veo su cara de asesino y eso no me lo puedo sacar de la cabeza”.
La pesadilla para ellos aún no terminó. En estos tres meses cada uno de ellos fue intervenido quirúrgicamente más de 25 veces. Y seguirán siendo operados. La Sargento Yudatti deberá permanecer internada al menos un mes más. Al oficial Pensawat aún lo espera una cirugía muy complicada que le va a recomponer la comunicación entre sus intestinos y sus riñones. Pasaron tres meses y ninguno pudo volver a trabajar; ni siquiera a hacer vida normal. Quedarán con marcas y secuelas de por vida.
Jueves, 17 de marzo de 2016
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